

(24 de diciembre de 1942 - 12 de noviembre de 2023)
Traigo a mi memoria mis primeros encuentros con Alberto, en el año 1976. Tiempos recios, como diría Mario Vargas Llosa. Yo mantenía un cargo de Profesor (creo que Asociado) DE en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, después de que la misión Ottalagano hubiera desmembrado el Departamento de Fisicoquímica y Química Inorgánica que dirigía Juan Grotewold. Otro de los expulsados, Roberto Fernández Prini me comentó que un tal Alberto Maroto estaba tratando de crear un Departamento de asistencia a la Central Nuclear Atucha I en temas de Química y que buscaba gente. Después de un par de entrevistas, no muy convencido, terminé aceptando la oferta que me hizo Alberto y eso signó toda mi carrera posterior.
Alberto tenía un sueño, y lo transformó en realidad. No solo logró sus objetivos de vincular la ciencia de frontera con las centrales nucleares (más tarde se sumó Embalse), sino que también concentró gente muy valiosa a los que los aires de la época impedían participar de la actividad académica en CONICET y en UBA: el propio Roberto FP, Sara Liberman, Horacio Corti, y después una pléyade de gente joven que transformo al Departamento Química de Reactores en un centro de excelencia en Química. Ese fue el reservorio del que se nutrió FCEN UBA al retorno de la democracia para recrear el Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Fisicoquímica– y después el INIQUIMAE.
De la trayectoria de Alberto en CNEA, podemos decir que de joven participó en el grupo liderado por Juan Flegenheimer que puso en marcha la planta de reprocesamiento en Ezeiza a fines de la década de 1960. Fue un logro trascendental para la época. Más tarde, a partir de 1976, dirigió el Departamento Química de Reactores durante muchos años. Ese Departamento se involucró activamente en la solución de los problemas químicos de las centrales nucleares primero Atucha I y después Embalse, que en esa época dependían de CNEA. Al respecto dice el Ingeniero Eduardo Díaz que dirigiera ambas plantas: “Colaboró con mi gestión en Atucha I y muy especialmente durante mi gerenciamiento en CNE. Aún recuerdo su intervención en esta última, al ingresar el contenido de resinas iónicas en el circuito refrigerante primario.” La mística de trabajo de ese departamento fue la de combinar la investigación orientada a resolver problemas con el apoyo técnico a la operación de centrales (y también a su diseño, construcción, puesta en marcha e incuso, eventualmente, decommissioning). Más tarde Alberto fue Gerente de Investigaciones y Responsable del área de contratos con las centrales nucleares cuando éstas fueron escindidas de CNEA. Se retiró como Investigador Emérito. Aun ahora seguía trabajando la Asociación Argentina de Tecnología Nuclear –de la que fue Presidente- revisando los trabajos presentados para su reunión anual.
La otra faceta del Dr. Maroto fue su amor por el arte, en especial el pictórico. Y unió sus dos amores, el del arte y el de CNEA con la creación de la monumental Exposición Permanente de Artistas Plásticos que embellece las paredes del Edificio Tandar del Centro Atómico Constituyente.
Me corrijo, el primer gran amor de Alberto fue su familia: su mujer, Marina Villegas, ella misma destacada tecnóloga de CNEA fallecida prematuramente, y sus cuatro hijos: Alejandra, Alberto, Ana Eugenia y Natalia. Y, por supuesto, sus nietos.
Vaya mi emocionado recuerdo de quien fue mi querido hermano del alma.
Miguel A. Blesa