

(24 de julio 1937 – 02 febrero 2024)
Alfredo Salibián, fue Farmacéutico y Bioquímico, doctor en Ciencias. Fue profesor en varias instituciones: la Universidad Nacional de Luján, la Universidad Nacional de Comahue, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y la Universidad Nacional de La Plata. Fue pionero en nuestro país en los estudios de química de las aguas superficiales, y también en estudios ecofisiológicos y ecotoxicológicos. Era miembro de la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica quien lo nombró Académico Emérito en diciembre de 2023.
Alfredo creó el primer grupo de investigación en ecotoxicología de la Universidad Nacional de Luján y también fue el primer grupo a nivel regional, que en los 90´cristalizó en el Programa de Ecofisiología Aplicada (PRODEA), cuya dirección llevó adelante por casi 15 años. Antes del PRODEA ya había recorrido un camino académico muy intenso ensamblando intereses científicos y sociales. Su compromiso con el proyecto inicial de la UNLu durante sus primeros años da cuenta de ello, así como las consecuencias profesionales que afrontó luego de su cierre por la dictadura militar, y esa no era la primera vez... No bajó los brazos, ni sacrificó principios.
Más allá de los méritos académicos (que son muchos) todos los que alguna vez transitamos y transitaron por el laboratorio expresan como muy valioso: un clima armonioso de trabajo en el que todos aprendimos (y enseñamos) a colaborar, ayudar, acompañar en forma empática, sin competencias ni recelos. A nosotros nos resulta impensable trabajar de otro modo y es con nuestro director con quien lo hemos aprendido.
Formó a numerosos becarios, tesistas e investigadores y publicó artículos en las revistas más prestigiosas de su área. También realizó una amplia actividad de divulgación. Dictó cursos de posgrado, realizo importantes actividades como evaluador de proyectos, tesis y artículos científicos.
Un párrafo aparte requiere su dedicación a las actividades académicas de grado y postgrado, en las que también varios hemos sido sus discípulos. A pesar de los muchos años de docencia sus clases siempre tuvieron contenidos actualizados, con detalles cuidados, incluyendo sugerencias.
En resumen, trabajar con Alfredo fue un placer y un privilegio que no todo el mundo ha tenido la posibilidad de experimentar. Nos enseñó no solo sobre la rigurosidad del trabajo experimental sino también la gratificante pero difícil tarea de la formación de Recursos Humanos, que es una de las actividades más importantes que desarrollamos en nuestro laboratorio y es así como hoy se puede decir que está lleno de “hijos” y de “nietos” científicos.
“Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos”
(Carl Gustav Jung).