El 14 de diciembre de 2018 falleció en Rosario, Edmundo Rúveda, destacadísimo científico argentino, químico orgánico del mayor nivel, profesor universitario que se destacó no sólo por sus trabajos científicos sino también por la formación de un gran centro de investigación química en Rosario y de numerosos discípulos y por su actividad en la mejora de la enseñanza de la química, la divulgación de la ciencia y en la organización de actividades para el fomento y el desarrollo científico de nuestro país.
Tuve muchos contactos con Rúveda pero, en realidad, pese a ser ambos químicos orgánicos, no fueron vinculados a esa área de la química sino de carácter personal y aún familiar durante nuestra común estadía en Brasil.
Conocí a Rúveda, cuando en los sesenta, se incorporó al grupo de investigación que nuestro maestro común, Venancio Deulofeu (Don Venancio para Rúveda) organizó y dirigió, en la Cátedra de Fitoquímica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, un grupo de investigación, en paralelo con la dirección del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, el mayor grupo de investigación en esos años en el país en esa área de la química.
En los laboratorios de Paladini en Química Biológica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, Rúveda trabajó en relación a sustancias aisladas del género Aspidosperma, trabajos realizados en colaboración con Orazi de la Universidad Nacional de La Plata, cuando simultáneamente yo lo hacía con el Dr. Deulofeu en Buenos Aires, sin que hubiera contactos formales entre ambos grupos.
Yo participé en el Jurado que confirmó al Dr. Muratorio como profesor de Química Orgánica en Rosario. Moratorio fue quien lo alentó en 1958 a incorporarse al grupo de Paladini lo que constituyó su primer paso en la investigación en productos naturales. Posteriormente se incorporó la Cátedra de Fitoquímica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA que dirigía Guillermo Iacobucci que, en su trabajo doctoral con Reti, aisló la ocoteína, alcaloide que motivó una serie de trabajos míos. Rúveda inició su trabajo de tesis con Iacobucci y lo finalizó con Deulofeu, cuando Iacobucci decidió continuar su carrera en los Estados Unidos.
Después de finalizar sus dos años de postdoctorado con Battersby en Liverpool en Inglaterra Rúveda se incorporó como Profesor de Química Orgánica II al Departamento de Química Orgánica en la Facultad de Farmacia y Bioquímica en 1966 continuando sus trabajos de investigación en productos naturales. En 1968 yo fui designado Profesor de Química Orgánica III y fuimos colegas en una enseñanza muy compartimentalizada de la enseñanza de la química orgánica en tres Cátedras sin mucha vinculación o conexión que Rúveda muy apropiadamente calificó como igual al Reino Unido de Gran Bretaña, unidos pero separados.
Ahí, Rúveda inició su carrera independiente como investigador. En su Reseña en Ciencia e Investigación, Rúveda menciona que fui yo quien le presenté a Ernest Wenkert, profesor y químico orgánico americano, con el que Rúveda tuvo una posterior, importante y productiva colaboración científica. A mí me tocó simplemente actuar como vaso comunicador, función que cumplí también para Rúveda cuando se trasladó en 1976 a la Universidad de Campinas – cuando yo ya estaba trabajando en Sao Paulo para la Organización Mundial de la Salud. Varios años después lo recibí en Rio de Janeiro en ocasión de un viaje que realizaba para encontrarse con Battersby en Cambridge.
Nos encontramos, tanto personalmente como en ocasiones familiares en Campinas donde consolidó su capacidad no sólo de investigador sino también de director de trabajos, de formador de investigador y de integrador de equipos. Esta relación personal fue muy buena aunque hubiera algunas diferencias futbolísticas.
Teníamos orientaciones diferentes en el desarrollo de nuestras investigaciones en el área de los productos naturales en la que nos iniciamos como discípulos de Don Venancio. Mientras yo me incliné hacia la dilucidación de estructuras por métodos físicos que se ampliaron considerablemente, en esos años, por los avances del equipamiento tecnológico, Rúveda, que con Battersby había trabajado en la biosíntesis de productos naturales, una vez vuelto a Buenos Aires y luego en Campinas y posteriormente en Rosario, se interesó por la síntesis orgánica para la confirmación de estructuras mediante el desarrollo y aplicación de reacciones químicas ya conocidas o nuevas.
Rúveda ha profundizado, en su Reseña publicada en 2014 en CeI Reseñas, las razones de esa orientación que lo llevó a muy buenos resultados. Esto ha sido presentado por él y por algunos de sus discípulos en anteriores ocasiones y ahora en algunos homenajes escritos en conmemoraciones anteriores y ahora con motivo de su lamentado fallecimiento a fines del año pasado.
No quiero con esto eludir la mención detallada de sus trabajos y de su equipo en síntesis orgánica que son de gran relevancia y de gran valor técnico sino que me parece más adecuado hacerlo a través de lo escrito por sus colegas y discípulos más versados en aspectos de la química orgánica algo alejados de mis intereses personales y más capacitados para hacerlo.
Por otra parte, en su Reseña en Ciencia e Investigación en 2014, el propio Rúveda ha descripto con detalle y claridad sus investigaciones en química orgánica que abarcaron no solamente la síntesis orgánica sino también otras áreas como, por ejemplo, hidratos de carbono y otros.
En 1997 me tocó, como Presidente de la Asociación Química Argentina, en suerte y el placer, de entregar a Edmundo Rúveda el Premio Venancio Deulofeu con el que la Asociación homenajea periódicamente a nuestro común maestro y al recipiente de dicho Premio.
“En esa entrega expresé:
“Como en otras ocasiones en los últimos dos años y medio en que me ha tocado presidir a la Asociación me toca entregar el Premio a quien ha sido colega en la vocación por la química orgánica y en haber sido discípulo de Venancio Deulofeu. Muchas cosas me ligan, además de eso, a la trayectoria de Rúveda, desde haber trabajado en los mismos temas o conexos, simultáneamente y sin saberlo como los alcaloides de Aspidospermas, habernos encontrado en el exterior cuando estaba viajando a Inglaterra para trabajar con Battersby en Liverpool y, posteriormente, en el Brasil cuando ambos residíamos en ese país y el trabajaba en Campinas”.
“Pero, como ya lo he indicado, el más relevante a mi juicio fue la creación en 1980, la instalación y el desarrollo del Instituto de Química Orgánica de Síntesis (IQUIOS) en la Universidad Nacional de Rosario en el que actúa como Director, Profesor Titular y Miembro de la Carrera del Investigador Científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Ahí ha dirigido numerosas tesis doctorales, formado discípulos, integrado un equipo - entre los que debo mencionar a Mascaretti y a González Sierra. Su labor no se limita a la docencia y a la investigación científica principalmente enfocada a la síntesis orgánica sino también y esto es muy importante en la Argentina a una activa actuación en organismos de planeamiento y promoción de la investigación científica. En particular quiero mencionar a la Asociación PROCIENCIA de Rosario”.
“Podría referirme a muchos otros datos de la actuación de Rúveda en la ciencia argentina y a algunos aspectos de su personalidad caracterizada por la modestia y el “provincianismo” o falta de exhibicionismo. Ha sido recompensado, no sólo en su vida personal y familiar, sino también en el ambiente científico al recibir diversos premios como el Premio Fundación Odol, el Premio Konex de Platino y el Premio Enrique V. Zappi de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Sin embargo, no creo que la Asociación Química Argentina haya llegado tarde porque al otorgarle el Premio Venancio Deulofeu le entregamos una medalla que lo relaciona de una manera definitiva con quien fue su orientador y su maestro y quien le dio las bases y estímulos para su desarrollo científico que se inició en Rosario como estudiante y ahora culmina ahí mismo como director de un distinguido equipo de químicos orgánicos”.
Al término de su Dirección del Instituto y ya designado Profesor Honorario por la Universidad Nacional de Rosario, Rúveda dedicó sus esfuerzos a mejorar la enseñanza de la química y a tratar de incentivar las vocaciones científicas y ´particularmente por la química cuya enseñanza, en todos los niveles, se ha caracterizado por establecer compartimentos demasiado separados entre la química general, la química inorgánica, la química analítica y la química orgánica. Sus esfuerzos culminaron con la acreditación de la carrera de química de Rosario por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria en 2013, en la que también tuve algo que ver como miembro de la misma, una vez más, después de varios años, relacionándonos en un interés común.
Rúveda también participó activamente en AAPC, de la cual fue Miembro Titular durante muchos años, y también fue el impulsor del proyecto, por ahora inconcluso de crear un Capítulo de AAPC en Rosario.
Con esto quiero manifestar no sólo mi homenaje a una persona sólida e íntegramente dedicada a su vocación, a su desarrollo en nuestro país y al amparo de su inicial “alma mater” sino a un amigo que alejados geográficamente mantuvimos ideas similares, sólo separados por una divergencia futbolísticamente irrevocable, pudimos mantener siempre. Espero que la escuela que formó en Rosario continúe contribuyendo al desarrollo de la ciencia en la Argentina.
Buenos Aires, 22 de abril de 2019.