Se han escrito muchas semblanzas de Eduardo; su rica trayectoria lo hizo interactuar con muchas personas en sus distintas facetas, y las semblanzas recogidas reflejan esta múltiple actividad que desarrollara Eduardo.
Por ese motivo, me voy a centrar en solo dos aspectos de su actividad, la vinculada con las asociaciones civiles dedicadas al progreso de la ciencia, y su promoción de la cooperación regional. Esos son los aspectos de Eduardo que más conozco, y sobre los cuales puedo escribir.
Ambas están íntimamente entrelazadas, y se pusieron de manifiesto en muchas formas. Yo conocí a Eduardo en la década de 1980, cuando coincidimos en la Junta de Calificaciones de CONICET. Después, por mucho tiempo, nuestros caminos no se encontraron, hasta que a comienzos del siglo XXI el Ingeniero Juan Carlos Almagro me invitó a unirme a la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia. Eran tiempos en los que estábamos redefiniendo los objetivos y las acciones de AAPC, y Eduardo, que ya había presidido a Asociación en el pasado, jugó un papel crucial en esas actividades. En efecto, nuestros primeros esfuerzos se dirigieron a conseguir un modesto apoyo económico de MINCyT y CONICET para la revista tradicional (Ciencia e Investigación) y para la recientemente creada Reseñas. El éxito de esas gestiones se debió en buena medida al prestigio de Eduardo. También fue gracias a su prestigio en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas Y naturales (de la que fue Presidente), que ANCEFN nos alberga generosamente en su sede.
En las reuniones de Colegiado Directivo, las intervenciones de Eduardo eran siempre sencillas, precisas y ponían en evidencia su enorme capacidad para la gestión de la ciencia y la tecnología; yo ya conocía de sus logros como Presidente de CONICET, ahora lo veía impulsando las actividades de una Asociación Civil, con la misma claridad, que por cierto estaba muy lejana del autoritarismo o de “sacar chapa”. Si AAPC es lo que es actualmente, el papel jugado por Eduardo no podrá nunca enfatizarse en exceso.
Después, me tocó participar de la Asociación Interciencia y allí nuevamente pude dar fe del prestigio, respeto y estima que sentían todos por Eduardo. Si había dos personas responsables de la construcción de Interciencia en sus años de gloria, fueron Eduardo Charreau y Michel Bergeron. Entre otras actividades, Eduardo era miembro del Board of Trustees del Fondo Leonard Riesen, que es el que sustentó la actividad de Interciencia y le permitió realizar actividades como la creación del Premio Interciencia (con apoyo de ACFAS, la asociación canadiense francófona de Quebec).
Eduardo siempre impulsó decididamente la cooperación regional desde todos los puestos que ocupó. Es así que fue el primer Director argentino del CABBIO, el programa bilateral de coopercaicón argentino-brasileño en Biotecnología.
Sin duda Eduardo fue una figura señera en la región, y es por eso que AAPC e Interciencia, conjuntamente con Organismo de Estados Iberoamericanos (OEI) decidió crear el Premio Eduardo H. Charreau a la cooperación regional. Fueron postulado 17 científicos del más alto nivel, demostrando el impacto de su nombre. La evaluación de la primera edición está en marcha.
Como dije al principio, estas líneas reflejan solo una actividad, que seguramente para él fue tan importante como todas las otras. Para AAPC, su partida es una pérdida irreparable.
Buenos Aires, 12 de abril de 2020.