En este número presentamos reseñas de investigadores de las áreas de Medicina, Tecnología, Botánica, Geología y Química, representadas por los Dres. Horacio Salomón, Miguel Laborde, Jorge Crisci, José Viramonte y Dionisio Posadas, respectivamente.
En la Argentina es difícil trasladarse y reinstalarse en otras ciudades, y por eso la movilidad de los investigadores es limitada. Sin embargo, Salomón es Bioquímico egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, y desarrolla ahora sus actividades en la Universidad de Buenos Aires (UBA); también Laborde, egresado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) ha desarrollado una destacada trayectoria en la UBA.
Desde Córdoba también partió Viramonte con su título de Geólogo a otros confines de Iberoamérica, para recalar finalmente en Salta.
Por contraposición, Crisci (el padre de Victoria, como él quiere ser recordado) y Posadas (el Dioni) permanecieron ligados siempre a su alma mater, la UNLP.
En síntesis, tenemos tres egresados de La Plata y dos de Córdoba que desarrollaron sus investigaciones centralmente en La Plata -dos-, en Buenos Aires –dos- y uno en Salta.
Cabe una reflexión sobre las migraciones internas. Hablamos mucho de la necesidad de evitar los éxodos de científicos argentinos al exterior, pero internamente también vemos éxodos cuya dirección predominante va desde las regiones menos desarrolladas hacia los centros principales (yo mismo soy un ejemplo de eso). Promover los flujos inversos es una tarea en buena medida pendiente de la federalización del sistema argentino de ciencia y técnica.
Las grandes turbulencias están presentes. Viramonte experimentó tanto las turbulencias geológicas -las erupciones volcánicas- como las políticas -su cesantía en CONICET y UNSa en 1976-. Las muy dolorosas experiencias de Laborde son especialmente impactantes y están descritas con mucho recato en su reseña. Es notable que tantos factores adversos no les impidieron ni a José ni a Miguel desarrollar las labores científicas y de gestión de alto vuelo que describen en sus reseñas.
Recientemente tuve ocasión de visitar el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA, que dirige Salomón. Eso me provee con la excusa para destacar una de las facetas importantes de muchos investigadores argentinos: la de crear instituciones que trascienden por mucho la labor individual. El trabajo en equipo es en la actualidad un requisito indispensable; la imagen del sabio huraño y solitario está ahora muy lejos de la realidad.
La reseña de Crisci es especialmente demostrativa de los drásticos cambios que va sufriendo la ciencia gracias a la introducción de técnicas capaces de explorar el mundo molecular. Crisci describe los vínculos entre la taxonomía clásica y la revolución molecular que lleva a la reconstrucción filogenética utilizando datos moleculares.
Siento especial afinidad por la reseña de Posadas, por la proximidad, tanto de la época de formación (ambos estudiamos en la misma época en La Plata), como en la temática de estudio que desarrollamos. La lectura de los aspectos técnicos de su trabajo me resultó especialmente interesante. Noto sin embargo que continúa abierto un fuerte debate que tuvimos desde el comienzo: él estudiaba la interfase y las interfases, y yo la interfaz y las interfaces.
Los autores reseñados en este número tienen todos el “doble sombrero”: son profesores universitarios e investigadores de CONICET. La sinergia Universidad-CONICET ha sido muy fructífera para las instituciones involucradas, por lo que el camino a seguir es sin duda el perfeccionamiento del vínculo CONICET-Universidad, buscando reforzar todos sus aspectos positivos, atendiendo al mismo tiempo las tensiones naturalmente generadas por la existencia de dos sombreros.
En este número faltan las investigadoras y las ciencias sociales y humanas. Es un tema a seguir corrigiendo, para lo cual necesitamos de un involucramiento más activo de esta última área del conocimiento; sirva este párrafo como una nueva invitación –incitación- a los científicos sociales para compartir el camino de Reseñas.