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Eduardo Ortiz

Los que ya no están: Eduardo Ortiz (1931-2021)

A raíz de la inesperada muerte del eminente matemático e historiador de la ciencia Eduardo Ortiz el pasado diciembre de 2021, hemos solicitado una semblanza a varios colegas que lo conocieron en distintos roles y etapas de su vida. Ellos son: Ernesto Garcia Camarero, matemático español discípulo de Julio Rey Pastor, primer jefe de programación del mítico Instituto de Calculo de la FCEN-UBA y relevante historiador de la ciencia española; Hugo Scolnik, matemático argentino con una destacada trayectoria en el campo de la informática y la modelación matemática, Alejandro Gangui, conocido astrofísico, periodista científico e historiador de la ciencia y Claudio Di Véroli, matemático de la FCEN-UBA, devenido en notable clavecinista especializado en la ejecución de música barroca. A todos les agradecemos su rápida y cálida respuesta a nuestro pedido.

Silvia Braslavsky y Raúl Carnota.



Eduardo L. Ortiz
In memoriam

Hoy recordamos con dolor el fallecimiento del eminente matemático e historiador de la ciencia Eduardo L. Ortiz, acaecido el día 29 de diciembre de 2021. Con Eduardo me unía una fraterna amistad de más de sesenta años desde que asistió a uno de los cursos de computación electrónica que yo daba en el estimulante ambiente del Instituto de Cálculo de la Universidad de Buenos Aires.
Ortiz nació en Buenos Aires (1931) y cursó sus estudios medios en el Colegio Nacional y universitarios en la Universidad de Buenos Aires durante años de inestabilidad académica en el país. La primera influencia hacia los estudios matemáticos viene de su padre, activo ingeniero de puertos, pero también profesor en la Facultad de Ingeniería de Geometría Proyectiva. Sus principales profesores en la Facultad de Ciencias Exactas fueron Julio Rey Pastor, Luis A. Santaló y Alberto González Domínguez. El doctorado lo obtuvo en la misma Universidad bajo la dirección de Micha Cotlar.
Se trasladó a Dublín, para trabajar en el Institute for Advanced Studies fundado en 1940 por Schröedinger, exiliado del nazismo. Aquí se interesó por los trabajos de Lanczos conocidos como Método de Tau del que Ortiz formuló una forma más general y eficaz para tratar cierto tipo de ecuaciones diferenciales. Y después pasó a Londres donde ocupó durante un par de años un puesto en el Imperial College.
Regresó a Argentina en 1963, pero la inestabilidad política del país, provocada por varios golpes militares, le impidieron fijar su residencia en Buenos Aires, lo que le hizo volver a Londres, para ocupar su puesto de profesor de matemáticas y de historia de la matemática hasta su jubilación en la que fue nombrado profesor emérito. Colaboró con otras Universidades y otros centros científicos dando cursos especializados o realizando otras actividades, como en España (curso en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid), en Estados Unidos (como profesor visitante de matemáticas en el MIT y fellow en la Universidad de Harvard), en Francia (profesor en las Universidades de Rouan y de Orleans) y, por supuesto, en Argentina.
En matemáticas trabajó, dentro del área del análisis numérico, sobre la Teoría de los espacios de Sobolev, sobre aspectos abstractos de la Teoría de la aproximación y sus aplicaciones, sobre análisis complejo,… Colaboró con eminentes matemáticos tales como el americano Theodore Rivlin (teoría de la aproximación), el británico Walter Hayman (análisis complejo), el francés Jacques-Louis Lions (ecuaciones diferenciales parciales), el polaco Antoni Zygmund (análisis armónico), y el francés Jean-Pierre Kahane (análisis armónico).
Otro aspecto de su actividad académica fue su notable contribución a la historia matemática en la que ya comenzó a interesarse desde sus años universitarios por la influencia directa de Rey Pastor. Su principal interés en esta área fue el desarrollo de la matemática en Argentina y en España y la relación entre ambas en los siglos XIX y XX. Dedicó parte de sus trabajos históricos a destacar la relevancia de matemáticos del siglo XIX, que antes eran poco conocidos, como Henrique Manuel de Figueiredo (en Portugal); Lanz, Betancourt, Mendoza Ríos, Durán Lóriga, (en España), Cáceres y Balbín en Argentina. Y del siglo XX como Terradas, Monteiro, Ruy Luís Gomes, José Babini. Así como la especial atención que prestó a la figura de Rey Pastor, en este caso bien conocido, al que dedicó una exhaustiva Bibliografia y editó sus obras completas. También hizo un amplio e interesante estudio sobre a la penetración de la política Interamericana fomentada por el presidente Roosevelt a través especialmente del matemático George D. Birkhoff. La profundidad de sus trabajos históricos llevó a Ortiz a consultar un sinnúmero de archivos, públicos y privados, de varios países europeos y americanos. Fue un destacado socio de la Sociedad Española de Historia de la Ciencia y de la Técnica.
Echaremos muy de menos sus cualidades humanas, la calidez de su amistad, su capacidad de trabajo y sus dotes para estimular la formación de grupos humanos, ...
Descanse en paz en el cielo de la sabiduría.

Ernesto García Camarero
Madrid.25 de Enero de 2022


Dr. Eduardo L. Ortiz

Lo conocí a Eduardo en 1964 a través de Manuel Sadosky, justo antes de recibirme de Licenciado en Matemática. Era una persona extraordinariamente simpática, con quien conectarse era sumamente fácil. Agudo, irónico, muy inteligente y culto; realmente era un placer hablar con él. Enseguida simpatizamos, y como a mí me gustaba la Matemática Aplicada, y Eduardo era una rara avis en nuestro país, comenzamos a reunirnos fundamentalmente en su casa.
Eduardo se licenció en Ciencias Físico Matemáticas en la Universidad de Buenos Aires en el año 1956 y se doctoró en el año 1961.bajo la dirección de Mischa Cotlar. Su tesis se tituló: Continuity of Potential Operators in Spaces with Weighted Measures, tema muy teórico, pero que sin duda le sirvió para sus investigaciones posteriores.
En 1965 acepté una invitación del Dr. Antonio Monteiro para incorporarme al Instituto de Matemática de la Universidad del Sur con el objetivo de estudiar juntos Teoría de Autómatas, con la obvia diferencia de que Monteiro era un algebrista reconocido internacionalmente y yo un joven recién recibido. Como necesitaba usar la mítica Clementina para mis investigaciones, viajaba a Buenos Aires cada dos semanas, y seguía en contacto con Eduardo quien me invitó a dar un curso de autómatas en la Facultad de Ingeniería de la UBA. Así lo hice, y a comienzos de 1966 me propuso crear un Laboratorio de Matemática Aplicada en dicha facultad, cosa que hizo con su inveterado entusiasmo. Acepté, volví a Buenos Aires, y en marzo de 1966 comenzamos a intentar plasmar en una realidad lo que las autoridades de la FIUBA nos habían prometido. El panorama era muy complejo tanto a nivel nacional como universitario, y así llegamos a la Noche de los Bastones Largos y a la presentación de nuestras renuncias.
Eduardo y yo nos habíamos hecho muy amigos de Ernesto García Camarero, un matemático español que Julio Rey Pastor le había recomendado a Manuel Sadosky para dictar cursos de Computación en Exactas-UBA. Ernesto y Eduardo compartían una pasión: la Historia de la Ciencia. Sus charlas eran fascinantes, porque ambos dos eran eruditos que conocían muchísimas cosas que yo ignoraba. La amistad entre nosotros tres se extendió hasta el presente.
Algo muy destacable de Eduardo era su impresionante capacidad como docente. Sus apuntes sobre ecuaciones diferenciales fueron un best seller entre los estudiantes de Ingeniería durante muchísimos años, por su claridad meridiana y sus ejemplos que cualquiera entendía. Sus clases eran simplemente brillantes.
Los sucesos de 1966 nos separaron. Eduardo, luego de un paso por Perú, se fue a Europa. Allí trabajó con el famoso Cornelius Lanczos (Institute for Advanced Studies, Dublin), matemático que hizo grandes contribuciones a la Matemática Aplicada. Juntos desarrollaron el denominado método de Lanczos Ortiz en el campo de las ecuaciones diferenciales Fue nombrado Profesor de Matemática e Historia de la Matemática, del Imperial College de la Universidad de Londres, ciudad en la que residió hasta su fallecimiento el 29/12/2021. Cabe destacar que fue nombrado profesor emérito. En el Imperial College dirigió siete tesis de doctorado.
Yo acepté una propuesta del Instituto Balseiro y de la Fundación Bariloche, adonde me mudé en febrero de 1967. En 1968 me otorgaron un subsidio del gobierno suizo así que me instalé en Zúrich donde había muchísimos matemáticos muy famosos entre el Politécnico Federal y la universidad, pero mi proyecto de tesis apuntaba a tratar de relacionarme con uno en particular que justamente era profesor en el Imperial College de Londres. Por ese motivo generé un acuerdo entre la Universidad de Zúrich y el Imperial College, que esencialmente decía que yo debía viajar a menudo a Inglaterra. Eso hice, y con gran alegría, volví a verme con Eduardo todos los días.
Realmente nuestros intereses matemáticos eran distintos así que cada uno se dedicaba a sus cosas en el Imperial College, pero nos reuníamos a almorzar y charlábamos de muchos temas. Recuerdo que la primera vez que fuimos a almorzar en el Imperial vino una moza y Eduardo le preguntó: ¿hay algo diferente de la horrible comida que tienen habitualmente? La mujer se indignó, pero en fin era el estilo de él. Así comenzamos a ir a un bistró francés que estaba en la Clarendon Street o a un restaurant sueco donde concurrían muchos investigadores extranjeros del Imperial College, no muy fanáticos de la cocina inglesa.
Eduardo Ortiz recibió el Premio «José Babini» de Historia de la Ciencia otorgado por el CONICET y la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación en el año 1990.
Lo último que me escribió: Si viajaras a Londres avísame, lo mismo hare si voy a Buenos Aires.
Siempre conservaré un gran recuerdo de Eduardo Ortiz.
Hugo D. Scolnik
Buenos Aires, 10 de enero de 2022


Un recuerdo de Eduardo L. Ortiz

Se me pidió una breve semblanza de Eduardo L. Ortiz y al instante un pequeño aluvión de imágenes cruzó mi cabeza. En los últimos años tuve el placer de colaborar con él y por ello supongo que mi voz puede tener algún interés, al menos para contar algún aspecto personal de Eduardo y de lo interesante y pintoresco- que era trabajar con él.
Como a muchos que lo conocieron y tuvieron la suerte de tratarlo, a mí también me sorprendió la muerte repentina de Eduardo. Sabía que tenía unos cuantos años más que yo, pero su vitalidad y empuje en el trabajo me hacían perder toda referencia. Solo ahora, picado por la curiosidad, busqué su año de nacimiento -y su inmensa carrera científica-, y me sorprendo aún más.
Trabajar con Eduardo era una experiencia singular. Separados por un océano y en lados opuestos del ecuador, nuestra colaboración tomaba un carácter epistolar, pero aggiornada por el uso del correo electrónico (solo e-mail, ni teléfono ni whatsapp). Nuestros intercambios en general no eran muy frecuentes -podían pasar meses, aunque si el tema era urgente, dos o tres mensajes en un día también llegaban-, pero yo sabía que cuando Eduardo enviaba un e-mail había material de sobra para mantenerme ocupado y entretenido durante varios días.
Sus anécdotas sobre personajes y sobre eventos históricos eran jugosas y no estaban en los libros. Juntos trabajamos sobre la ciencia en la Argentina de inicios del siglo XX y sobre la visita de Einstein a nuestro país, temas en los cuales Eduardo era uno de los grandes expertos. Fueron sus sugerencias las que guiaron mi bicicleta hacia la antigua residencia donde se alojó Einstein en Buenos Aires (hoy Embajada de Australia) y que nos permitió "redescubrirla" y colocar en su frente una placa conmemorativa. Fueron un par de sus comentarios los que me llevaron a la "cueva" de un coleccionista, donde pude obtener copia de un "discurso inédito" que Einstein había redactado en el barco que lo trajo a la Argentina y que esperaba ofrecer en la UBA en 1925, pero que luego desistió de leer. "Si no le preocupa arriesgar su vida…", comenzaba uno de los párrafos de un mensaje que me envió a fines del 2005 (pues Eduardo nunca me tuteaba), y luego seguían sus consejos que me prevenían de no indagar demasiado con los herederos de algunos sujetos locales que trataron de cerca a Einstein en Buenos Aires -y a quienes el científico en su momento habría obsequiado recuerdos y pertenencias previo a su regreso, pues podía encontrarme con "personajes algo extraños". Y sin duda hay decenas de anécdotas más que el tiempo se encargará de traer a mi memoria.
Teníamos algunos proyectos en danza, muy interesantes, como todo lo que él abordaba con pasión. Seguiremos trabajando, pero extrañaremos su guía, su ayuda y su inmensa gentileza, especialmente con aquellos, como yo, que aprendieron mucho de él y que esperábamos aprender mucho más. ¡Ad astra, Eduardo!

Alejandro Gangui.
Buenos Aires. 8 de febrero 2022.



Eduardo L. Ortiz, la persona

Ortiz era en 1966 Director del Depto. de Matemáticas en la Facultad de Ingeniería UBA, y estaba visitando la Facultad de Ciencias Exactas UBA para participar en discusiones para la modernización de Planes de Estudio. Yo estaba entonces cursando mi 3er. año de estudiante de Matemáticas y tuve la oportunidad de conocerlo personalmente. Lamentablemente los planes de modernización se detuvieron meses después a causa de la nefasta intervención militar de Onganía.
Dos años más tarde, en 1968, lo volví a ver. Acababa de recibirme, y Ortiz sabiamente me aconsejó hacer una especialización en el extranjero. Me interesaba la Investigación Operativa y me decidí por Inglaterra, donde la I.O. tenía un importante centro en el Depto. de Matemáticas del Imperial College de Londres. Al escribirle a Ortiz me enteré de que él casualmente enseñaba en dicho Depto. aunque en otra especialidad. Una vez aceptado como estudiante en el Imperial College, fue gracias al apoyo de Ortiz que me asignaron supervisores muy destacados para hacer el doctorado. La extensión fue de tres años, durante los cuales Ortiz fue como un hermano mayor para mí. Teníamos oficinas a escasos metros de distancia y nos veíamos casi a diario.
Era Eduardo un personaje muy peculiar, siempre sonriente, gran comunicador, de gran simpatía personal, y a la menor ocasión sacaba a relucir alguna anécdota interesante. Estas historias eran a veces divertidas, otras veces revelaban gran conocimiento no solo de las más diversas ramas de la matemática, sino también de cómo se movían las altas esferas académicas en países tan diversos como los Estados Unidos, la Unión Soviética o España. Ortiz fue durante muchos años profesor visitante en la Universidad de Madrid.
Poseía también Eduardo gran calidez y generosidad, y estaba siempre dispuesto a escuchar y ayudar. En lo personal ante dificultados en algún complicado tema de estudio (¡o incluso alguna historia de faldas!) podía yo contar siempre con sus útiles consejos y divertidos comentarios. Ambos amábamos la música clásica e íbamos juntos a conciertos. En la Londres de aquél entonces (eso ha cambiado totalmente) las "cantinas" universitarias servían una comida aborrecible, y la mayoría de los restaurantes eran deplorables, o enormemente costosos. Eduardo conocía las excepciones, y a menudo desde el Imperial College íbamos al restaurant Daquise, que se hallaba muy cerca. Daquise era un lugar de reunión de nobles emigrados polacos, y curiosamente allí podíamos recordar a nuestra Argentina comiendo deliciosas milanesas ...
Una anécdota. Al aprobar el examen de mi tesis de doctorado, tuve que volver inmediatamente a la Argentina, por lo que no pude asistir a la entrega de diplomas. Eduardo recibió mi diploma, y cuando pude regresar a Londres, me consiguió "birrete y toga" y en su oficina hizo toda la ceremonia de entrega: ¡un gesto realmente conmovedor!
En las décadas siguientes tuve oportunidad de visitar a Eduardo con frecuencia. Estas visitas resultaron más sencillas cuando nos mudamos con mi mujer a Irlanda en 2001. La encantadora mujer de Eduardo, Susana, una destacada investigadora, era también amante de la buena cocina. Cenábamos en su casa y Susana preparaba exquisitos y a menudo exóticos platos.
Al Ortiz de joven, varios científicos de mi generación lo recuerdan como docente en la Universidad de Buenos Aires. Y si bien es cierto que organizó luego su vida académica con base en Londres, siempre conservó gran apego por la Argentina, y no se perdía oportunidad de venir a Bs. As. y aportar ideas organizativas en el ámbito académico local. Su relato de cómo acompañó a Manuel Sadosky (entonces Secretario de Ciencia y Técnica) a una reunión de trabajo con el presidente Raúl Alfonsín, con objeto de lograr más aportes del estado para las bibliotecas universitarias, quedó siempre en mi recuerdo.

Claudio Di Véroli
Lucca, 4 de Marzo de 2022


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