SEMBLANZAS DE ENRIQUE J. BARAN
(1940 – 2024)
por Miguel A. Blesa
El Dr. Enrique José Baran era Académico de ANCEFN desde 1997, y siguió activo como Académico Emérito hasta el día de su partida. Su labor en la Academia fue incansable. Algún colega describió que estaba siempre dispuesto a encargarse de los temas que otros esquivaban. Publicó varios libros en la Academia: Metaloenzimas en plantas, Los Premios Nobel de Química y El impacto de la Química Actual (este en colaboración con Roberto Fernández Prini). Además colaboró en el libro Albert Einstein, en el que tradujo cuatro artículos del original alemán. Fue Secretario General por lo menos cuatro períodos, y Jefe de la Sección Ciencias Químicas, de la Tierra y Biológicas durante muchos años.
El Académico Baran comenzó su carrera como Licenciado y Doctor en Química (Orientación Fisicoquímica y Química Nuclear) por la Facultad de Química y Farmacia (después Facultad de Ciencias Exactas) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Allí lo conocí, en la cola para inscribirnos en el Curso de Ingreso, en enero de 1959, cuando el debía tener 17-18 años y yo 16. Después tuvimos una suerte de vidas paralelas, ya que ambos fuimos los primeros en sumarnos a la Cátedra de Química Inorgánica, desde la cual Pedro J. Aymonino comenzaba a revolucionar la Facultad. Fuimos ayudantes alumnos, diplomados y Jefes de Trabajos Prácticos (con solo el título intermedio de Químicos), y los primeros alumnos de doctorado con Lelio Varetti. Por allí pasaron, y nos sufrieron otros académicos como Miguel Laborde y Roberto Williams. Alguna vez bromeaba con él diciendo que entre los dos habíamos realizado 15 meses de servicio militar obligatorio (colimba): yo, 15 días en Salta, y él 14 meses y medio en Covunco Centro, Neuquén, donde les enseñaba química a los soldados y suboficiales.
Ya desde su doctorado demostró su creatividad e independencia: eligió una línea completamente nueva tanto para él como para su director: síntesis y estudios estructurales de sales de oxoaniones de metales de transición. En esa época las herramientas de dilucidación estructural para esos sistemas eran la difracción de rayos X de polvos y, especialmente, la espectroscopía vibracional. Fue el primero en completar exitosamente su tesis en la naciente Cátedra de Química Inorgánica, y siguió allí en sus diversas etapas, que desembocaron en el CEQUINOR. Dirigió esa institución entre 2001 y 2006 y el día de su muerte lo encontró todavía activo en la escritura de trabajos sobre su pasión, la Química Inorgánica y su mezcla con la Biología, la Química Bioinorgánica. Sobre esta última disciplina escribió un libro de texto, el primero en español, que publicó McGraw-Hill en 1995. Sus tareas de investigación se centraron especialmente en la bioquímica del vanadio.
Fue un científico infatigable: publicó más de 600 artículos originales y formó muchísimos discípulos en La Plata, San Luis, Tucumán, Olavarría, Bahía Blanca, Río Gallegos, etc. Hasta el año 2013 contabilicé que había dirigido 15 Tesis Doctorales.
Fue Investigador Superior del CONICET, Profesor Titular de Química Inorgánica, Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP. Por supuesto fue también galardonado con diversos premios, como el premio Hans Schumacher de ANCEFN en 1993, el Premio de Platino de la Fundación KONEX para la personalidad más relevante en Fisicoquímica y Química Inorgánica en 1993, el Premio TWAS en Química en 1996, y el Premio Cincuentenario de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) en 1997, para mencionar solo algunos.
En el plano internacional, sus raíces austriacas y su profundo dominio del alemán lo llevaron a establecer fructíferas colaboraciones con grupos alemanes, en especial con el Prof. Achim Müller en Göttingen. Pero también estableció colaboraciones con grupos de Francia, Suecia, Japón, Italia, España, Uruguay, Taiwán, Austria, Brasil y Turquía.
No puedo dejar de mencionar su pasión por la música. Alguna vez me contó que, en los intervalos de la representación de una de las óperas de la tetralogía de Richard Wagner El anillo de los nibelungos se abrazaba llorando con su padre. En su reseña, publicada en el número 1 del volumen 1 de la revista homónima de AAPC, describe que después amplió sus horizontes musicales y se interesó por el barroco italiano, la música dodecafónica, y la historia y la estética del arte. Unos día antes de su partida me había prometido intentar escribir algo para la nueva sección de la revista, que se llama Todavía contamos.
Lo vamos a extrañar
Dr. ENRIQUE JOSÉ BARAN
(1940 – 2024)
Por María Cristina Apella
Lo primero que vino a mi memoria, en el momento que recibí la solicitud de escribir sobre mi padre científico, fue cuando me invitó a ver “Aída”, día desde el cual me deleita la ópera.
El camino que transité junto a él fue muy largo. Lo inicié siendo su alumna en Química Inorgánica (asignatura denominada “cuco”) de la Licenciatura y Doctorado en Cs. Bioquímicas-Facultad de Cs. Exactas de la UNLP, y docente de la misma. Tuve el honor no sólo de ser su primera tesista, sino de acompañarlo en el área de la Química Bioinorgánica, en la cual fue pionero en el país.
Aún lo recuerdo con guardapolvo blanco, tiza y pizarrón, en sus clases teóricas (en el Aula Magna de la Facultad) dictadas con pasión e inmejorable didáctica. Así, nos permitió comprender lo fascinante de la Química Bioinorgánica. La atracción de los alumnos por esta rama interdisciplinar de la Química lo estimularon a redactar en 1984 una monografía muy consultada, que llevó a su nueva edición en 1985 y 1989. La misma, en 1995, se plasmó en el libro Química Bioinorgánica que se erigió como ser el primero en esta especialidad en español para la instrucción del nivel universitario, logrando una destacada divulgación en los países hispanos y latinoamericanos.
Si bien era muy exigente como Profesor, no actuaba injustamente a pesar de los ocurrentes comentarios de Inorganicón, publicación privada de la cátedra de Química Inorgánica (editor: Pedro Morando; dibujante: Víctor Romanosvky). Cesión desinteresada del editor.
Cuando yo rendí, estuvo ausente en la mesa de examen pues, como en tantas otras ocasiones, estaba realizando actividades de investigación en Alemania. En ese momento, bajo la supervisión del Prof. Müller, en el Instituto de Química-Universidad de Dortmund. En esta oportunidad, Inorganicón lo personificó con su expresión patente de amor por la ópera.
Desde el principio me formó como docente, junto a varios más, y fui un elemento de la Tabla de Inorgaleeff.
Tuve el privilegio de continuar mis estudios de posgrado a su lado. Fue un excelente MAESTRO que me transmitió su pasión por las investigaciones vinculadas con sistemas inorgánicos de interés biológico. Además, me contagió su incansable ritmo de trabajo: “experimentos que finalizaba se debían publicar inmediatamente”. ¡Tal es así que, de mi trabajo de tesis doctoral, surgieron 15 artículos! ¡Registra más de 650 publicaciones sin contar las que estaba redactando, previo a su partida, con el apasionamiento de un becario de más de ocho décadas de edad! Siempre nos repetía que en todo evento científico se debía presentar una comunicación. Asistí al primer congreso, con sólo tres meses de becaria, y me llevé la gran sorpresa de conocer a su querido papá que en esa oportunidad lo acompañó.
No todo era ciencia rigurosa. En los intervalos de descanso, compartíamos el cafecito hecho por Alvariño o Genchi, a media mañana y a la tarde temprano pues no podía perder el tren a Bernal de las 17:00 h, donde lo esperaban su esposa Claudia y sus dos hijas Gabriela y Verónica.
Y por supuesto reuniones por hechos muy importantes que acontecieron en la cátedra y sociales de todo tipo. Entre ellos:
Final del curso de posgrado dictado por Kazuo Nakamoto a quién sólo lo conocíamos por la lectura de su difícil libro.
Festejo por el arribo a la cátedra del Espectrómetro Raman con la visita del Dr. Dimann de la Universidad en Bielefeld, Alemania.
Numerosos y famosos asados de Aymo en City Bell donde festejábamos todo tipo de acontecimiento.
Celebrábamos cada vez que podíamos como aquella vez, las XV Sesiones Químicas Argentinas en Horco Molle-Tucumán, en la casa de M. García Posse. Donde una vez más, Enrique puso en evidencia su amor por el fútbol y su pasión por “Quilmes Atlético Club”, y los químicos inorgánicos posaron para la posteridad.
Enumerar brevemente todos sus logros, premios, colaboraciones internacionales y alcances de su trayectoria docente y científica, sería imposible. En lugar de ello estas palabras buscan recordarlo por su apoyo incondicional y la forma en que influyó en mi vida, sin lo cual yo sería diferente. Circunstancias de la vida, como la orientación que di a mi carrera y la distancia, hicieron que, últimamente, nos viéramos menos de lo que hubiésemos querido, pero ello no disminuyó el profundo cariño que nos teníamos.
Querido Enrique, mi más profundo agradecimiento por todo lo que me has brindado,
Cristina