De la ingeniería metalúrgica a la tecnología de componentes nucleares: Juan Carlos Almagro
El sábado 5 de septiembre de 2020 partió definitivamente, con jóvenes 82 años, nuestro amigo Juan Carlos Almagro, el ‘’Petiso’’ como cariñosamente lo llamaban aquellos con quienes había compartido numerosas patriadas en el curso de las varias décadas de su brillante carrera. Desde AAPC lo recordaremos con afecto y gratitud por lo mucho que nos brindó, y a la vez, queremos dar a conocer algunas de sus facetas, tal como las evocan colegas – y sin embargo, amigos - que en distintas circunstancias, estuvieron muy cerca de este ‘’Petiso ’’ gigante.
Así lo recuerda Miguel Angel Blesa:
Interactué con Juan Carlos en varias etapas diferentes. No voy a abundar en los recuerdos sobre sus actividades en CNEA y en NA S.A., sobre ellas ya han escrito otros con más conocimiento. Personalmente, a raíz de estas actividades solía bromear con él llamándolo'' ingeniero reactorista'', título que él aceptaba risueñamente. Quiero recordar más bien los pasos de mi incorporación a AAPC, pasos guiados centralmente por Juan Carlos.
Allá por 2009 Juan Carlos me comentó sobre AAPC, sobre la posibilidad de que me interesara incorporarme. Y allí conocí la faceta que quiero destacar de Juan Carlos: su capacidad para participar activamente en una asociación civil cuyo objetivo es la promoción de la ciencia y la tecnología. En esa tarea, se ponen en juego otros valores que van más allá de solvencia profesional, ampliamente reconocida en su caso: la capacidad de diálogo, la generosidad, el respeto por personalidades muy diversas. Pude comprobar el importante papel que jugaba Juan Carlos en ese sentido, impulsando al mismo tiempo proyectos y actividades, contagiando optimismo y evitando los inevitables chisporroteos. No solo debo agradecerle el haberme invitado; a medida que fui tomando protagonismo en el Colegiado Directivo también fue crucial poder contar con largas charlas con Juan Carlos, muchas veces a bordo del “remise Colegiales” a la ida y al regreso de las reuniones mensuales. Esas charlas eran para mí la referencia queme permitía asegurar que estaba generando proyectos y no problemas: Juan Carlos era, como solía decirle, mi “comisario político”.
En la planta baja del edificio donde vivía Juan Carlos con Victoria está el restaurant de comida india Mumbai. Solo una vez cenamos juntos allí, a pesar de que el restaurant es uno de los favoritos de Susana y de mí. Quedará pues como asignatura para cuando la pandemia lo permita, tener una cena ceremonial en Mumbai; tal vez Victoria nos pueda acompañar.
Esto dice de Juan Carlos su amigo Roberto Cirimello:
Resulta difícil ser objetivos al despedir un amigo. Nos conocimos hace 53 años. Yo cursaba el Curso Panamericano y él me dirigió el trabajo especial en deformación plástica, si bien quien supervisaba y corregía, era Martínez Vidal. Nos divertíamos además de hacer cosas creativas como una termocupla plana para medir la temperatura de los rodillos de la laminadora.
Sábato lo tenía entre sus preferidos. A su pedido hizo una pasantía en Birmingham, Inglaterra, y luego también estuvo, en el 76, en AECL, Toronto, Canadá, cuando se estaba diseñando la Central de Embalse. Recuerdo que allí le corrigió a los de Westinghouse la curva de tensión deformación del Zicaloy porque la estaban haciendo mal.
En todos lados dejó su marca de profesional incisivo, de personalidad chispeante, alegre, empático. Juntos viajamos a Japón y Corea cuando estábamos desarrollando la Tecnología para el Combustible de Embalse y él las de las vainas para Atucha I. En ese viaje hicimos la auditoria de calificación de un posible proveedor de esponja de Circonio: Nipon Mining, que estaba tratando de entrar en el negocio. Los volvió locos a los Japoneses.
El Proyecto PPFAE fue su hijo predilecto y puso todas las energías en los años que demandó el desarrollo de los tubos para las vainas. En ese periodo fue a Rusia, a la fábrica de las máquinas de laminado de tubos donde negoció la compra de las mismas. Luego la tecnología y el equipamiento fueron transferidos a la fábrica, FAE. Sus compañeros lo recuerdan con cariño y respeto. Fue el responsable del desarrollo de la tecnología y la puesta en marcha del equipamiento de uno de los pocos proyectos de tecnología nuclear que llegaron a producción industrial. Hoy los tubos de los elementos combustibles de las tres centrales nucleares argentinas, se construyen con los que fabrica FAE.
También visitó plantas sensibles del ciclo de combustible de India y Pakistán donde pudo recoger experiencias de países que estaban haciendo desarrollos autónomos.
No podemos olvidar que fue el alma mater de la reparación de Atucha I cuando se rompieron los canales. El libro que escribieron junto a Roberto Perazo y Jorge Sidelnik es un ejemplo de la determinación que animó su espíritu de hacedor. Sin esta intervención, realizada solo por argentinos, se hubiera puesto en duda el futuro de la central.
Juan Carlos era proactivo en lo que fuera que se propusiera hacer, ya sea en la gestión gerencial o en los desarrollos tecnológicos. Se retiró después de haber pasado por la NASA con la responsabilidad de la calificación de proveedores para Atucha II. Tuvo la confianza, respeto y amistad de José Luis Antunes.
No había abandonado su espíritu creativo. En su casa, estaba dedicado a desarrollar un método para facilitar la sutura de las operaciones de corazón a cielo abierto. Estaba escribiendo la patente en los últimos meses. No llegó a presentarla.
Fue para mí un colega, un compañero y un amigo. En los últimos años, cuando yo estaba en Buenos Aires, compartíamos en mi casa quincenalmente un té (Tee party) junto a Domingo Quilici. Lo que al principio fueron conversaciones de evocación de nuestros años de actividad en la CNEA se transformó en charlas sobre la vida. Allí también Juan Carlos mostró sus ganas de vivir esta etapa de la vida profundizando las experiencias acumulada, siempre con pasión y con alegría.
Construyó una familia hermosa. Su esposa Victoria, sus dos hijas María Eugenia y María Victoria, sus yernos y sus cuatro nietas lo adoraban. Fue un esposo, padre y abuelo cariñoso y dedicado. En los últimos años gozaba de la playa de Pinamar.
No hay duda que con él se fue una parte de mí. Siempre te recordaremos Petiso.
Mario Mariscotti a su vez nos dice, en recuerdo de Juan Carlos Almagro:
En mayo de 1984 tuve la alegría de que Juan Carlos aceptara ser Gerente de Procesos Químcos de la Dirección de I&D en Ezeiza. Él, Cirimello que tomó la Gerencia de Desarrollo (en Constituyentes) y Eduardo Santos (Pilcaniyeu) me iniciaron en el mundo de la tecnología. Hasta ese momento yo no había hecho otra cosa que investigación básica. Significó mucho para mí y tengo un muy grato recuerdo de esos años entre 1984 y 1988 compartiendo valores “sabatianos”, tratando de agregar granitos de soberanía cada día. No recuerdo un solo momento en el que Juan Carlos no estuviera sonriendo. Trabajar con él fue un placer permanente. Tal cual se lo ve en la foto del programa Allá Vamos de 1985, filmando la fábrica de Aleaciones Especiales, posiblemente su obra cumbre.
Hace poco (14 de abril) conversamos por casi 4 horas repasando su vida y sus contribuciones. Llegó a CNEA de la mano de Martínez Vidal en 1963 y comenzó a aplicar sus conocimientos en unión de metales por presión a la fabricación de elementos combustibles para el RA3. En 1967, Sábato le pide que se ocupe del circonio. Tuvo el arrojo de decirle que esperara. Luego como responsable del grupo de deformación plástica de metales, el circaloy se convirtió en el centro de su vida profesional ocupándose del desarrollo del complejo sistema de fabricación de vainas y componentes internos de la centrales nucleares. Entre 1971 y 74 estuvo en Birmingham y a su regreso estuvo dos años en Canadá en el organismo inspector por parte de CNEA. La planta de fabricación de aleaciones especiales (FAESA) fue exitosamente completada y transferida a CONUAR en 1986. Fue admirada por muchos entre otros los pakistaníes que impresionados invitaron a Juan Carlos para que les armara el programa de fabricación de tubos, por lo cual estuvo varias veces en Pakistán con visitas a lugares reservados de singular interés, En 1988 protagonizó una aventura tecnológica histórica en Atucha I. Desde el 95 hasta su retiro en 2012 fue asesor senior de NASA.
Orgullo de Juan Carlos (abajo, a la derecha con corbata y chaleco):los primeros lingotes de circonio (en la mano de la persona en el centro). Arriba, der. Don Mario, izq. Arnoldo Leyt, Abajo izq. Ricardo Volpi.
Con Juan Carlos y Victoria, además de un gran cariño, también nos une una alfombra roja. Amalia y yo nos casamos en la Abadía de San Benito el 27 de abril de 1962 y ellos el 7 de junio de ese año. Como la Abadía estaba todavía sin inaugurar el mismo día 27 llevé una alfombra roja que tomé prestada de otra iglesia. La última vez que hablamos, Juan Carlos me recordó que la alfombra roja aún estaba allí el 7 de junio. ¡Nos sirvió a ambos y nunca la devolví!
Gracias Juan Carlos por tu amistad, tu acompañamiento y tus enseñanzas.
Y así lo honra Alicia Sarce:
Conocí a Juan Carlos Almagro a fines de 1966 cuando, siendo yo estudiante de la carrera de física en la UBA y habiéndose producido el triste episodio de la noche de los bastones largos, me acerqué al Centro Atómico Constituyentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica para iniciar el trabajo final de la carrera. El equipo que yo usaba para hacer los experimentos, estaba en su zona de trabajo. Él era estudiante de ingeniería y, poco tiempo después, se recibió de Ingeniero metalúrgico en la Universidad Nacional de La Plata. En CNEA realizó docencia e investigación en temas relacionados con la unión de metales en estado sólido y con las transformaciones mecánicas de metales, muy vinculados a áreas de temas tecnológicos. Fue jurado de tesis de maestría y doctorado, en las que se estudiaba algo relacionado a las Centrales Nucleares, y su nombre aparece en las publicaciones más diversas sobre Energía Nuclear y el avance tecnológico del país. Fue Jefe del Proyecto de desarrollo de la fabricación de vainas de elementos combustibles y componentes de circonio para los reactores nucleares, Gerente de Tecnología en el Centro Atómico Ezeiza (Procesos Químicos) y Coordinador Ejecutivo del Proyecto Internos del Reactor. Trabajó también un tiempo en la Universidad de Birmingham, Reino Unido. Nucleoeléctrica Argentina S.A. fue el último lugar en el que, durante muchos años, llevó a cabo sus actividades, pero siempre continuó relacionado con los que trabajábamos en CNEA.
Mi interacción con él se acrecentó a través de las actividades en la AAPC. En 2004 recibí su llamado en mi laboratorio. Me invitaba a formar parte del Comité Evaluador de los trabajos que se presentaban para ser publicados en Ciencia e Investigación. Él en ese momento era ya responsable Editor, después de haber comenzado como Editor Asociado en 1989, según lo informa el Tomo 43 No 4 de la Revista. Compartíamos esas reuniones del Comité en la Fundación Instituto Leloir; siempre tenía un comentario preciso para cada uno de los trabajos analizados. Un año antes, en 2003, Juan Carlos ya formaba parte, además, del Colegiado Directivo de la AAPC.Y a partir del 2010, empezamos a compartir las reuniones del CD cuando yo comencé también a integrarlo. Y a compartir un montón de otras actividades dentro de la AAPC, como la Edición conjunta de números de C e I que nos tenía hablando por TE largo tiempo frente a la PC para ir corrigiendo juntos los trabajos.
Su participación en diferentes actividades de la AAPC fue enorme y permanente. Y dejó entre sus publicaciones el libro “Crónica de una reparación (im)posible. El incidente de 1988 en la Central Nuclear Atucha I”, del cual es uno de los autores, en el que muestra claramente la unión de su actividad profesional con el deseo de hacer conocer “que la exitosa reparación que realizó la CNEA dejó fuertes enseñanzas sobre la importancia de un desarrollo tecnológico autónomo nacional”. Creía fuertemente en ese desarrollo y, además, que “los espacios para el crecimiento económico de los países están ocupados con ideas cargadas de material adquirido en el pizarrón o en el laboratorio”.
Siempre con entusiasmo, positivo, incansable, sonriente, buscando aprender y hacer algo nuevo. Y aplicando en todo la rigurosidad aprendida en los desafíos de la actividad nuclear. No aceptaba el “más o menos”.
Una persona excelente, a la que se recordará con un gran cariño.