


Con profundo pesar comunicamos el fallecimiento del Profesor Dr. Julio César Bazán acaecido en la ciudad de Bahía Blanca el día 14 de Junio a la edad de 88 años.
Nacido el 26 de noviembre de 1936 en la ciudad de Villa Regina, Río Negro, a temprana edad se trasladó a la ciudad de La Plata cursando sus estudios de grado en la universidad homónima.
Alcanzó el grado de Doctor en el INIFTA-UNLP bajo la dirección del Prof. Dr. Alejandro Arvía, realizando posteriormente varias estancias de especialización en Alemania becado por la Fundación Alexander von Humboldt. En particular se destaca su formación junto a H. Rickert y H. Schmalzried ambos pioneros en el campo de la fisicoquímica de sólidos y discípulos directos del fundador de la disciplina Carl Wagner.
A comienzos de 1970, luego de haberse desempeñado como Profesor en la UBA, se incorporó a la UNS como Profesor Titular del área Fisicoquímica. Por aquellos años fundó el grupo de investigación “Fisicoquímica de Sólidos” dedicado al estudio de la conductividad, difusión, y reacciones químicas y electroquímicas de electrolitos sólidos.
Revistió en la categoría de Investigador Principal de la CIC-PBA y fue miembro activo de la AAIFQ. Publicó gran cantidad de artículos en revistas internacionales y dirigió 11 tesis doctorales. Le fue otorgado el beneficio de la jubilación en 2002 y luego fue nombrado profesor extraordinario en la categoría Consulto en 2003.
En lo que respecta a la gestión, fue director decano del extinto Departamento de Química e Ingeniería Química en el período 1998-2001.
Gran profesor, siempre inquisitivo y fomentador del pensamiento crítico de sus alumnos y doctorandos. Sin lugar a dudas el Dr. Bazán, junto al profesor Dr. Alberto M. Lelong, sentaron las bases sólidas para el desarrollo la disciplina fisicoquímica en nuestra universidad.
Sin embargo, se destacó aún más por su calidad humana, muy amigo de sus amigos, siempre atento y vivaz, con su picardía a flor de piel. Ávido lector de historia y literatura y apasionado por el cine, siempre predispuesto a conversar y dar un consejo justo. Dueño de una risa muy característica, de un humor perspicaz muy peculiar, y de una forma de expresarse entre lo académico y lo “lunfardesco”.
Asiduo tomador de café, solía vérselo caminar por el pasillo del segundo piso con su taza en mano pidiendo a algún amable vecino dos cucharadas de azúcar o un chorrito de leche. Muchas de sus frases quedarán para la posteridad, entre ellas podíamos escucharlo decir un “ajá, fenómeno” cuando estaba terminando una conversación o la típica “tienen que buscarlo en el broli” cuando impartía sus clases de Fisicoquímica.
Indudablemente ha dejado en sus discípulos y en todos los que alguna vez compartieron momentos de su vasta trayectoria académica una huella imposible de borrar.