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La enana roja multiplicó su brillo 70 veces y se hizo visible desde la Tierra a simple vista.

En verano de 2016 se anunció el descubrimiento de Próxima b, un planeta del tamaño de la Tierra a una distancia de su estrella que le permite albergar agua líquida. Era el exoplaneta más cercano, a una distancia de 4,5 años luz. Después del hallazgo se anunciaron las primeras misiones interestelares de la historia -una de ellas planeada por la NASA- que tendrían Próxima como destino.

Ahora, un estudio realizado por astrónomos de EE.UU. y España explica que en marzo de 2016 esta estrella emitió un potente estallido de luz que multiplicó su brillo casi 70 veces. Las enanas rojas como Próxima Centauri son demasiado tenues para ser vistas en el cielo nocturno a simple vista, pero esta superfulguración fue tan potente que el astro se hizo visible desde el hemisferio sur de la Tierra «durante unos segundos», explica Octavi Fors, investigador del Instituto de Ciencias del Cosmos de Barcelona y coautor del estudio, publicado en el repositorio de la   Universidad Cornell arxiv.org.

La fulguración fue la más potente captada hasta el momento en esta estrella y la primera visible desde nuestro planeta sin usar instrumentos ópticos. Duró unos 20 minutos y fue captada por el telescopio Evryscope, en Chile. Desde entonces el mismo instrumento ha observado otras 23 fulguraciones. Basándose en estos eventos, los autores del estudio calculan que Próxima Centauri emite cinco superfulguraciones al año, con el impacto que esto supone para el exoplaneta, que está unas 20 veces más cerca de su estrella que la Tierra del Sol.

El instrumento usado solo puede medir la luz emitida por estos eventos, pero es probable que vayan acompañados por eyecciones de masa de la estrella similares a las observadas en el Sol, aunque más potentes. Estas explosiones generan una intensa radiación ultravioleta y un bombardeo de protones que inicia una cadena de reacciones fotoquímicas que pueden acabar barriendo compuestos esenciales para la vida de la atmósfera del planeta.

El estudio calcula que las fulguraciones de Próxima Centauri son tan frecuentes e intensas como para destruir el 90% de todo el ozono de la atmósfera del planeta en apenas cinco años, y eliminarlo por completo en unos cientos de miles de años, un tiempo relativamente corto si se tiene en cuenta que probablemente el planeta se formó hace varios miles de millones de años. En la Tierra, la presencia de este gas es esencial para bloquear la radiación ultravioleta del astro, especialmente la de tipo C, tan letal para bacterias, virus y otros microbios que se usa para esterilizar material médico.

En febrero de este año, otro equipo detectó una superfulguración en Próxima Centauri 10 veces más potente que cualquiera que se hubiese observado en el Sol. Este comportamiento tan violento de las enanas rojas obliga a redefinir qué es la zona habitable de un exoplaneta, pues a pesar de estar a la distancia apropiada de un astro, las emanaciones de las enanas rojas pueden hacer que el oxígeno, el hidrógeno y otros compuestos esenciales para formar agua y sustentar vida sean eliminados de la atmósfera a través de procesos similares a los observados en Próxima Centauri.

La radiación ultravioleta en la superficie de Próxima b es 100 veces mayor de la que pueden soportar la mayoría de microbios terrestres, señala el estudio recién publicado. «En Próxima b, la vida tal y como la conocemos en la Tierra no se podría haber desarrollado, pues los niveles de radiación ultravioleta son muy altos debido a la falta de ozono. Los seres multicelulares incluidos los vertebrados sufrirían demasiados daños en el ADN y quemaduras como para sobrevivir en la superficie», razona Fors. «Por lo que hemos observado la habitabilidad de este planeta es bastante restringida, al menos en la superficie, pero no podemos cerrar totalmente la puerta, pues la vida es muy adaptable», añade Fors. Hay un dato para la esperanza. La Deinococcus radiodurans, la bacteria más resistente a la radiación ultravioleta de la Tierra, podría sobrevivir a la superfulguración de Próxima Centauri, según el trabajo.

«Este estudio es fascinante porque resalta lo muy poco que sabemos del sistema planetario más cercano al nuestro», opina Meredith MacGregor, astrónoma de la   Institución Carnegie para la Ciencia  (EE.UU.) y coautora del   estudio  sobre la llamarada de Próxima Centauri captada este año. «Debido a que Próxima b no parece transitar frente a su estrella, aún no sabemos si tiene agua, atmósfera o campo magnético, elementos que podrían proteger la superficie de los peligros de la radiación a altas energías. Los nuevos telescopios gigantes que se están construyendo, como el Magallanes y el E-ELT, podrían obtener imágenes directas del planeta, y el Telescopio Espacial James Webb puede decirnos antes si Próxima b tiene una atmósfera. Aunque los pronósticos de que haya vida son bastante oscuros, Próxima b sigue siendo el sistema planetario más próximo, así que si realmente queremos hacer realidad un viaje interestelar este sigue siendo el destino más realista», añade MacGregor.

12-04-18 | MIOD |

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